Una de las cuestiones que más hacen tambalear a un hombre soltero que intenta mantenerse libre de inmoralidad es ¿qué significa actividad sexual normal para mí?
Aunque la pregunta puede hacer sonar una respuesta inmediata en nuestra mente, hay circunstancias que debemos considerar antes de respondernos. Una de ellas es la forma en que la masculinidad se construye tradicionalmente en nuestra crianza, otra es la presión que ejercen los amigos (cristianos y no cristianos), y finalmente, que para Cristo, lo que es común o usual entre los hombres, no es lo mismo que el estándar que Él mismo vivió como “normal”.
Aunque la pregunta puede hacer sonar una respuesta inmediata en nuestra mente, hay circunstancias que debemos considerar antes de respondernos. Una de ellas es la forma en que la masculinidad se construye tradicionalmente en nuestra crianza, otra es la presión que ejercen los amigos (cristianos y no cristianos), y finalmente, que para Cristo, lo que es común o usual entre los hombres, no es lo mismo que el estándar que Él mismo vivió como “normal”.
Es entonces cuando empiezan a surgir las dudas como ¿No me estaré yo perdiendo de todo eso? ¿Vale la pena el sacrificio? ¿Es normal que yo no tenga encuentros sexuales aún cuando todos mis amigos lo hacen?
Es el momento exacto cuando hemos de notar que lo que ha sido común o usual dentro o fuera del cuerpo de la Iglesia, no es lo mismo que “normal”. En breve, Jesús es nuestro estándar de medida, y Dios usa su vida (junto con el resto de la Escritura) para mostrarnos como los hombres manejan su sexualidad. Por esta razón, resulta muy fácil ir aprendiendo de la Palabra cómo es el camino del hombre cristiano normal, sin tener en cuenta cuán poco común es en el mundo.
Por ejemplo, Dios dice que es normal para el cristiano “guardar su palabra” (Salmo 199:9) y no poner “cosa injusta” delante de sus ojos (Salmos 101:3). Dios dice que es normal que el hombre sea sumamente cuidadoso acerca de lo que ve en televisión y en sus cines favoritos. Un hombre normal nunca miraría a Kate Winslet tenderse desnuda en la cama como lo hizo en Titanic. Evita desear a mujeres (Job 31:1) y en su vida “ni siquiera debe mencionarse la inmoralidad sexual” (Efesios 5:3 NVI).
Un hombre normal no aúlla a las muchachas en Hooters. No es un mirón, y no tiene “los ojos llenos de adulterio” (2ª Pedro 2:14). No se introduce en las casas de jóvenes de voluntad débil para usarlas sexualmente (2ª Timoteo 3:6), incluso mientras sus confiados padres miran las noticias por televisión en el dormitorio principal. En lugar de ello, trata a sus hermanas con pureza absoluta (1ª Timoteo 5:2). Cuida su propio corazón mirando siempre al frente (como debe ser) y apartando pensamientos y conversaciones perversos (Proverbios 4:23-26). Ni soñaría en recorrer la lista de las “cosas que tengo que hacer antes de graduarme/de casarme” con una mujer, o de pasar tiempo en la sección de adultos de un local de renta de películas porque “siempre quise hacerlo”. Siente así, no porque tema mucho la ira de Dios, sino porque lo ama tanto. La gracia del Señor ha enseñado a un hombre normal a decir no a lo impío (Tito 2:11-12), y no es normal utilizar la libertad de la gracia como pretexto para hacer lo malo (1ª Pedro 2:16).
Es fácil describir lo normal con las Escrituras en la mano, ¿no es cierto? Y por suerte, debido a ello, resulta fácil determinar hasta qué punto nuestra sexualidad se ha apartado de su línea normal, por mucho que la crianza, la opinión de los amigos y el pecado hayan insensibilizado nuestros ojos o cuan “normal” pueda parecer a nuestros ojos lo anormal. Lee de nuevo los últimos dos párrafos, y compara tu propia vida con el cuadro que se describe en ellos. ¿Te has salido de la línea? Si nunca te enseñaron a proteger tus ojos en los comienzos de la adolescencia, es probable que te hayas apartado.
Es el momento exacto cuando hemos de notar que lo que ha sido común o usual dentro o fuera del cuerpo de la Iglesia, no es lo mismo que “normal”. En breve, Jesús es nuestro estándar de medida, y Dios usa su vida (junto con el resto de la Escritura) para mostrarnos como los hombres manejan su sexualidad. Por esta razón, resulta muy fácil ir aprendiendo de la Palabra cómo es el camino del hombre cristiano normal, sin tener en cuenta cuán poco común es en el mundo.
Por ejemplo, Dios dice que es normal para el cristiano “guardar su palabra” (Salmo 199:9) y no poner “cosa injusta” delante de sus ojos (Salmos 101:3). Dios dice que es normal que el hombre sea sumamente cuidadoso acerca de lo que ve en televisión y en sus cines favoritos. Un hombre normal nunca miraría a Kate Winslet tenderse desnuda en la cama como lo hizo en Titanic. Evita desear a mujeres (Job 31:1) y en su vida “ni siquiera debe mencionarse la inmoralidad sexual” (Efesios 5:3 NVI).
Un hombre normal no aúlla a las muchachas en Hooters. No es un mirón, y no tiene “los ojos llenos de adulterio” (2ª Pedro 2:14). No se introduce en las casas de jóvenes de voluntad débil para usarlas sexualmente (2ª Timoteo 3:6), incluso mientras sus confiados padres miran las noticias por televisión en el dormitorio principal. En lugar de ello, trata a sus hermanas con pureza absoluta (1ª Timoteo 5:2). Cuida su propio corazón mirando siempre al frente (como debe ser) y apartando pensamientos y conversaciones perversos (Proverbios 4:23-26). Ni soñaría en recorrer la lista de las “cosas que tengo que hacer antes de graduarme/de casarme” con una mujer, o de pasar tiempo en la sección de adultos de un local de renta de películas porque “siempre quise hacerlo”. Siente así, no porque tema mucho la ira de Dios, sino porque lo ama tanto. La gracia del Señor ha enseñado a un hombre normal a decir no a lo impío (Tito 2:11-12), y no es normal utilizar la libertad de la gracia como pretexto para hacer lo malo (1ª Pedro 2:16).
Es fácil describir lo normal con las Escrituras en la mano, ¿no es cierto? Y por suerte, debido a ello, resulta fácil determinar hasta qué punto nuestra sexualidad se ha apartado de su línea normal, por mucho que la crianza, la opinión de los amigos y el pecado hayan insensibilizado nuestros ojos o cuan “normal” pueda parecer a nuestros ojos lo anormal. Lee de nuevo los últimos dos párrafos, y compara tu propia vida con el cuadro que se describe en ellos. ¿Te has salido de la línea? Si nunca te enseñaron a proteger tus ojos en los comienzos de la adolescencia, es probable que te hayas apartado.
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