lunes, 1 de marzo de 2010

Fue mi hermano quien me detuvo de caer en pecado.

Anoche fue una noche extraña. Me desperté alrededor de las 11 pm, masturbándome. Lo que me despertó fue la voz de mi hermano, preguntándome de alguna manera qué sucedía.
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Me detuve en el instante, y me quedé helado pensando en las implicaciones de lo que había pasado.
  1. Pude haber consumado un pecado -y uno de los pecados que más consciente y esforzadamente evito- sin estar consciente por completo. Dormido, podría entonces cometer otros pecados sexuales.
  2. Mi hermano, a quien debo dar testimonio de pureza, me sorprendió tocándome. No es el testimonio que quería darle.
  3. Había estado deseando tanto masturbarme de esa manera, que mi carne se dispuso a ponerlo en práctica. Fue mi responsabilidad el guardar un deseo pecaminoso.
Me levanté de la cama, fui al baño a cambiarme de ropa de dormir, a lavarme la cara con agua fría y a procurar despertarme por completo, mientras las ideas que antes comenté, me atornillaban la mente.
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Me sentí culpable, un pecador por completo. Pero al despertarme en el baño, al volverme consciente de nuevo, supe que el hecho que mi hermano me hubiera despertado, era también una muestra de la misericordia y los cuidados de mi Padre en el momento oportuno.
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Al día siguiente, al contarle a mi pastor, me animó a conversarlo abiertamente con mi hermano -como dice él, conversando como hombres, y explicarle que "no he llegado al nivel", sino que sigo teniendo luchas legítimas contra el pecado.
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Yo sé que este incidente ocurrió para hacerme más vulnerable ante mi hermano, hacerle saber que aunque vivo en mejor pureza, sigo siendo tan humano como él, y abrir la conversación de sexualidad entre nosotros, algo que nunca ha sucedido.
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Y aún más, sucedió para que yo me haga un espacio de influencia entonces en la libertad del pecado sexual que mi hermano necesita, y ser un verdadero hermano mayor para él.

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