lunes, 19 de septiembre de 2011

IKEA y el adolescente que llevo dentro


Hoy leí que las mueblerías IKEA están creando un espacio para hombres en sus tiendas, con videojuegos, hotdogs gratuitos, máquinas de pinball, y deportes en la TV. Más bien para los hombres que se aburren al acompañar a sus novias o esposas a comprar. Entonces ellas los dejan allí y reciben una alarma para recordarles luego de ir a recogerlos.

Mi primera idea fue pensar que ha de ser un lugar genial, y que todas las tiendas deberían tener un espacio así para nosotros los hombres. Pero mi alarma interior me hizo cuestionarme muchas cosas, y mi adulto interior empezó a discutirle a mi adolescente interior:

  1. ¿No era IKEA una tienda que apela al sentido constructor de los hombres, con la manera de vender muebles en piezas para armar en casa o la oficina?
  2. ¿No se ven esos hombres como niños grandes mientras las mujeres de la casa toman las decisiones de qué muebles poner en el hogar y las oficinas?
  3. ¿Será esto parte de nuestra tendencia a estereotipar lo que un hombre debe ser y hacer?
Lo reconozco, no soy un fan de las compras, y la experiencia más reciente que tuve fue acompañar a mi novia a "comprar" un conjunto, durante tres fines de semana seguidos para llegar a la "decisión final." Hay un montón de cosas en las que yo pude usar ese tiempo; pero en contra de mi voluntad he aprendido valiosísimas lecciones para construir una relación de noviazgo.

Primero, ya no se trata de mi tiempo, ni de lo que quiero hacer (mi idea de pasar una tarde de fin de semana es dormir, y ya he tenido conflictos cuando me entra el berrinche de hacer en mi relación mi voluntad). Cuando empezamos una relación, nos dimos cuenta de que ya no habría mi tiempo vs. tu tiempo, mis actividades vs. tus actividades. Para superar el pasado relacional de ambos, deberíamos aprender a negociar y a hacer juntos otra vida nueva; ahora se trata de nuestro tiempo, nuestras decisiones. Yo sé que a mi novia no le emociona correr una maratón, por ejemplo, pero ha madrugado para ir a dejarme a las competencias y me soporta cuando termino sudoroso, deshidratado y apestoso. Eso es una naturaleza sacrificial en la relación, como Cristo lo haría.

He aprendido también lo valioso que es para ella que yo la acompañe y de mi opinión sobre las compras que a ella le interesan, porque tienen que ver con su trabajo, o su arreglo personal, o sus metas. Si le pido "dejame en el área de juegos mientras vas por tus cosas", transmito el mensaje "prefiero mi trivial satisfacción antes que ver lo que a ti te interesa." Yo sé que hay una historia detrás de los accesorios que compra (quizás cómo influyó su mamá cuando era pequeña), o las compras de insumos para un proyecto de trabajo y la ansiedad que maneja para mantenerse dentro de un presupuesto.

Y ahora sé también que no soy un adolescente, y que ella también valora que participe en las compras y decisiones porque tienen que ver con dinero, un tema que yo debo acostumbrarme a liderar y administrar. Es parte del carácter de un hombre decidir cómo se maneja la provisión para la gente que uno ama y velar que no se vaya en gastos no necesarios y excesivos. Ese adolescente interno todavía lucha por salir y pedir gratificación inmediata, y quedarse jugando videojuegos en lugar de vivir una vida de adulto.

Y por último, está ese tema que tengo en mente hace ratos y del cual escribo aquí: la masculinidad no se basa en las actividades, sino en el carácter. Ir de compras por muebles no nos hace menos hombres, y ver deportes y comer hotdogs no nos hace más hombres. Este tema siempre importa cuando la cultura se cree un poco más lista que la Biblia para definir nuestros conceptos de cómo compramos y nos relacionamos como hombres.

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