Yo tenía lo que mi Padre me ofrecía: una casa y una familia; un futuro, un cuerpo en el cual me siento cómodo, amigos y autoestima. Pero lo cambié todo, poco a poco, por “una provincia lejana”, fotos y vídeos de gente y lugares que no conozco. Encontré amigos “actores y actrices”, que estuvieron conmigo mientras todo parecía excitante, pero que desaparecían cuando apagaba el monitor o cerraba una revista. Hubo veces en que tenía la mente vacía, sin ningún estímulo, a tal punto que me asustaba de mí mismo, de cómo mi mente se ponía en blanco. Literalmente entiendo esto como la expresión del versículo en Lucas: “fuera de sí”. En un momento, veo que otros hombres siguieron su vida en casa de mi Padre, talvez con luchas, pero aún cerca de él. Entonces me dieron ganas de regresar, arrepentido y habiendo gastado mi herencia, mi identidad y mis recursos.
Sí. Me deja ver que Dios aún tiene compasión de mí, y que no es tarde para regresar a casa. Qué en Cristo puedo celebrar mi identidad como hombre, mi inclusión en sus planes y mi futuro. Incluso me deja ver que puedo ahorrar dinero, lo que antes invertía en un hábito maligno.
Ahora siento que empiezo a dar fruto constante para Dios, que la comunicación entre él y yo es mejor y más fluida. Disfruto más su presencia y no me da miedo presentarme ante Él, como le sucedía a Adán cuando se encontró desnudo y sabía que había pecado. En mi relación con otros, me siento más seguro de quien soy, de mi identidad en Dios. Me anima a ejercer mi herencia espiritual en ayuda y ministración. Siento el amor del Señor, y que puedo compartirlo. Sé que Dios me libra de codicia, amistad por interés y egoísmo, y que otros se beneficiarán de ello.
Dios tiene poder para restituirme los años de gastos y de no haber dado fruto. Me saciaré de Su Palabra y Su comunión, y nunca más seré avergonzado por mis vicios. Vuelvo ahora a Jehová. Él me hirió con pérdida, para que yo fuera afligido y regresara a Él, a su casa. Él me vendará y me dará vida. Lo que había muerto en mí resucitará, y disfruto plenamente de mi vida, ahora que vivo en Él.
Dios me llama a repetir la obra de quienes aceptaron la misión de trabajar en mi restauración. A predicar las buenas nuevas que he escuchado, a abrir la cárcel en la que yo antes estaba, para que otros salgan, a proclamar la buena voluntad del Señor para mí y para otros hombres. Yo tengo gozo en lugar de la muerte que antes tenía. Soy llamado árbol de justicia, y me veo a mí mismo como un árbol fuerte que da fruto, que no puede ser tumbado, que está enraizado en el plantío de Jehová, alimentado constantemente por Cristo, que es río abundante del Agua Viva. Soy como una ciudad amurallada, herencia sólida de muchas generaciones, donde otros hallan refugio y yo mismo resisto a los ataques del diablo.
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