Yo sé que aún no he llegado al nivel de perfección de Cristo, pero puedo ver que muchas áreas de mi vida han sido libres de la cautividad.
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Cuando Dios empezó a guiarme fuera del pecado sexual, en verdad sentí que estaba resucitando, pues mi vida era corrupta. Me sentía como los leprosos de la Biblia, viendo caer mi carne en pedazos, apartado del resto de la sociedad. Ayer mismo pensaba que ahora también soy más ordenado en el área financiera (he aprendido a limitarme de tener todo lo que quiero, así como he aprendido a no dar gusto a mi carne, y así logro ahorrar e invertir mejor), más creativo en el trabajo (antes era creativo solo para la inmoralidad sexual), y más esforzado en el servicio (Dios está cambiando en mí una mente pasiva y egoísta que solo esperaba imágenes y gratificación, por una mente de ayuda y actividad constante).
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Antes me costaba mucho entender lo que significaba haber muerto con Cristo. Ahora sé que no me siento vivo de la misma manera que antes lo hacía, que encuentro en mí nuevos atributos de carácter que antes no tenía, y que cuando intento buscar de alguna manera al antiguo Ernesto con su forma de vivir, ya no lo encuentro.
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Sé entonces que mi naturaleza antigua murió, que no resucitará; sé que ahora vivo una vida distinta, en libertad. Sé que eso significa no solo que tengo una nueva sexualidad, sino que también mis finanzas, mi trabajo, mi familia, mis relaciones sociales y mi servicio a Dios también han resucitado.Por otro lado, admiro mucho como las sombras del Antiguo Testamento apuntaban a la venida de Cristo.
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Es como experimentar el anhelo que tenían los israelitas de que sus pecados fueran perdonados de una vez por todas, y ser libres de tener que sacrificar corderos a diario. ¡Cuánta desesperación podría crear esto: Saber que aún no había un sacrificio definitivo y último por los pecados! Ahora tenemos a Cristo, y el ver el complicado proceso del Antiguo Testamento para presentar sacrificios me hace sentir agradecido.
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