Por tanto, puesto que Cristo ha padecido en la carne, armaos también vosotros con el mismo propósito, pues quien ha padecido en la carne ha terminado con el pecado...
1 Pedro 4:1
Hoy aprendí que en el sacrificio de Cristo en la cruz también encuentro un ejemplo de cómo vivir mi vida; en su muerte hallo mi muerte al pecado, hallo el sufrimiento que podría padecer yo por otros, y con eso me armo (tomo las armas, me hago diestro), con el propósito de colaborar en la libertad de otros hombres y dejar el pecado atrás.
Por tanto, hermanos míos, también a vosotros se os hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para que seáis unidos a otro, a aquel que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte. Pero ahora hemos quedado libres de la ley, habiendo muerto a lo que nos ataba, de modo que sirvamos en la novedad del Espíritu y no en el arcaísmo de la letra.
Romanos 7:4-6
Por medio de la muerte juntamente con Cristo. Yo sé que yo necesitaba un inicio nuevo y fresco después de todas las mentiras que había creído acerca de mi identidad como hombre, y de mi propia sexualidad. No se trataba de una “reparación” o una “mano de pintura”, sino que todo muriera. Sé que solo cuando en verdad me sentí muerto y enterrado, y dispuesto a empezar desde cero, fue que empecé a llevar fruto, y ahora vivo en verdad unido a Cristo.
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