lunes, 3 de diciembre de 2007

Con armas nuevas y un inicio fresco

Por tanto, puesto que Cristo ha padecido en la carne, armaos también vosotros con el mismo propósito, pues quien ha padecido en la carne ha terminado con el pecado...

1 Pedro 4:1

Hoy aprendí que en el sacrificio de Cristo en la cruz también encuentro un ejemplo de cómo vivir mi vida; en su muerte hallo mi muerte al pecado, hallo el sufrimiento que podría padecer yo por otros, y con eso me armo (tomo las armas, me hago diestro), con el propósito de colaborar en la libertad de otros hombres y dejar el pecado atrás.

Por tanto, hermanos míos, también a vosotros se os hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para que seáis unidos a otro, a aquel que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte. Pero ahora hemos quedado libres de la ley, habiendo muerto a lo que nos ataba, de modo que sirvamos en la novedad del Espíritu y no en el arcaísmo de la letra.

Romanos 7:4-6

Por medio de la muerte juntamente con Cristo. Yo sé que yo necesitaba un inicio nuevo y fresco después de todas las mentiras que había creído acerca de mi identidad como hombre, y de mi propia sexualidad. No se trataba de una “reparación” o una “mano de pintura”, sino que todo muriera. Sé que solo cuando en verdad me sentí muerto y enterrado, y dispuesto a empezar desde cero, fue que empecé a llevar fruto, y ahora vivo en verdad unido a Cristo.

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