lunes, 10 de diciembre de 2007

Excluido de la conversación

Tengo una amiga muy perspicaz que en una ocasión me mostró un experimento. “Mira como memorizo un par de datos de la sección de deportes del periódico, y domino la próxima conversación entre hombres; siempre funciona”. Y la felicitan por ser una mujer que sabe tanto de deportes. Resultamos siendo predecibles como hombres, y según John Eldredge, usando máscaras que hagan creer a los otros que “tenemos lo que hace falta”.
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El último día sábado estuve oyendo una de esas conversaciones en las que me he propuesto no participar. Es divertido y lamentable a la vez cuando un grupo de hombres se reúnen para hablar de temas “masculinos”, como deportes o autos, y cada quien en su afán por competir y demostrar quien sabe más, hace tristemente evidente que no sabe mayor cosa (aunque sí tengo un amigo que estaba presente, que conoce de deportes y los practica).
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En un momento me di cuenta que estaba siendo “excluido” de la conversación por no participar (los temas iban tan lejos como las profesiones de los padres de los jugadores de la selección de fútbol de hace dos décadas: “¡ah sí, ese señor hace unos trajes muy bonitos!”), y aunque aún tengo la sensación de haber perdido puntos en la escala de validación del grupo, yo sé que estoy aprendiendo a no construir máscaras como hombre, a ser honesto conmigo mismo, a pedir ayuda en las cosas que no sé y que la masculinidad es muchas cosas más que esto, como el auto-control, la amistad, la paternidad, la capacidad de ser un proveedor y la identidad basada en la salvación.

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