En diciembre de 2007 completé dos “rituales” que marcan mi transición a la adultez; había estado posponiendo ambos con excusas, probablemente para guardar una válvula de escape a la seguridad del hogar o los amigos, o para prolongar la permanencia en la juventud.
En diciembre terminé de pagar todas las deudas que tenía, tanto de mi tarjeta de crédito como los pagos de mi vehículo. Tener solvencia financiera marca una época en la que empiezo a hacerme de mis propios bienes, a tomar responsabilidad por mi dinero y mis decisiones y a dejar las esperanzas en que otros me salven en caso de que una crisis financiera viniera.
También obtuve mi primera licencia para conducir –debí hacerlo hace nueve años cuando empecé a hacerlo- y confieso que el temor a que me detuviera la policía de tránsito era algo que ya había empezado a atesorar, como una oportunidad constante de contar con la ayuda de alguien más si esto sucediera, en vez de hacerme responsable por mis acciones.
En diciembre terminé de pagar todas las deudas que tenía, tanto de mi tarjeta de crédito como los pagos de mi vehículo. Tener solvencia financiera marca una época en la que empiezo a hacerme de mis propios bienes, a tomar responsabilidad por mi dinero y mis decisiones y a dejar las esperanzas en que otros me salven en caso de que una crisis financiera viniera.
También obtuve mi primera licencia para conducir –debí hacerlo hace nueve años cuando empecé a hacerlo- y confieso que el temor a que me detuviera la policía de tránsito era algo que ya había empezado a atesorar, como una oportunidad constante de contar con la ayuda de alguien más si esto sucediera, en vez de hacerme responsable por mis acciones.
Lucho constantemente desde hace algunos meses para que mi mente sea una mente activa, y no pasiva, lo que era un derivado de la pasividad que algunas adicciones me habían dejado.
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