domingo, 19 de octubre de 2008

Y este día vino sin aviso ni preparación

Durante las últimas semanas, he intentado perdonar y sobreponerme a las bromas de dos buenos amigos acerca de mi pasado. Así de repente, me pasaron atropellando en una fiesta de cumpleaños a la que asistimos.
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No lo había escrito por lo difícil que es explicarlo.
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La convicción de que mi amistad importa tan poco que no detuvo que se formulara el pensamiento en sus mentes. El deseo fulminante de atacar de regreso (peor aún, la paciencia para esperar el momento oportuno para que duela mejor), el reclamo por el tiempo desperdiciado en la fiesta, la indiferencia para intentar la reconciliación, la astilla en el liderazgo, y así la lista continúa.
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Aún no entiendo la dimensión completa de este evento. Y ahora que lo he hablado con estos dos amigos, cara a cara, se hace evidente que no he sido el único afectado, y que esta actitud en el pasado ha afectado a otras personas que también querían. Ha evidenciado mi poca misericordia para entender que no somos perfectos, y que los amigos fallan. Y me alerta para preguntarme como responderé en el futuro cuando accidentalmente falle a un amigo... y me alerta para no hacerlo a propósito, usando este episodio como excusa.

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