sábado, 10 de enero de 2009

Terrible Orgullo.

Ok. Nunca escribo para deleitarme en mi terrible estado de ánimo, ni para buscar que me arrullen. Registro cuando duele porque sé que cuando una situación determinada haya pasado, y yo sea un mejor hombre, querré recordar paso a paso la restauración.
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Pasé los primeros días del año sin bloguear. Pero en realidad ha pasado bastante; durante la última semana he tenido que admitir la tenaz lucha que tengo contra mi propio orgullo.
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No, no es orgullo del pequeñito y dominable, sino algo que me impide tomar decisiones acertadas por y para la gente, y me ahoga solo en mí mismo. Solo recientemente he hecho plena consciencia de de la magnitud del vínculo entre el orgullo y el pecado sexual. Imagino que la auto-complacencia sin muchos límites durante tantos años fue creando una imagen agrandada de mí mismo, algo que ahora sé que es detestable ante mis propios ojos y ante Dios, a quien sé que le fallo.
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(Estoy buscando las palabras adecuadas para no dejar salir todo el veneno). No considero a todas las personas iguales. Disfrazo mi renuencia a participar en todos los eventos -como los convivios navideños que acaban de pasar- si no los considero apropiados. Privo a otros de mis palabras y compañía (el "valor" de mi compaía es tema de otra entrada). Creo que son injusticias que ya no tenga privilegios y lujos laborales que antes poseía. Me cuesta aceptar mis errores. Y para cada uno de estos defectos, durante las semanas de fin de año hice mi forma de pensar efectiva en mi conducta.
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Antes no me importaba absolutamente nada el ser así; de hecho era muy disfrutable. O era horrible y me mentía pensando que era disfrutable. O siempre fue solo horrible. Mentí, destrocé, y también salí pateado, y solo obtuve daños en mi personalidad. Ahora mi vida está cambiando, y está siendo doloroso. ¿En qué momento me desvié tanto? ¿Puedo lograr salir de esto?

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