Ok. Nunca escribo para deleitarme en mi terrible estado de ánimo, ni para buscar que me arrullen. Registro cuando duele porque sé que cuando una situación determinada haya pasado, y yo sea un mejor hombre, querré recordar paso a paso la restauración.
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Pasé los primeros días del año sin bloguear. Pero en realidad ha pasado bastante; durante la última semana he tenido que admitir la tenaz lucha que tengo contra mi propio orgullo.
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No, no es orgullo del pequeñito y dominable, sino algo que me impide tomar decisiones acertadas por y para la gente, y me ahoga solo en mí mismo. Solo recientemente he hecho plena consciencia de de la magnitud del vínculo entre el orgullo y el pecado sexual. Imagino que la auto-complacencia sin muchos límites durante tantos años fue creando una imagen agrandada de mí mismo, algo que ahora sé que es detestable ante mis propios ojos y ante Dios, a quien sé que le fallo.
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(Estoy buscando las palabras adecuadas para no dejar salir todo el veneno). No considero a todas las personas iguales. Disfrazo mi renuencia a participar en todos los eventos -como los convivios navideños que acaban de pasar- si no los considero apropiados. Privo a otros de mis palabras y compañía (el "valor" de mi compaía es tema de otra entrada). Creo que son injusticias que ya no tenga privilegios y lujos laborales que antes poseía. Me cuesta aceptar mis errores. Y para cada uno de estos defectos, durante las semanas de fin de año hice mi forma de pensar efectiva en mi conducta.
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Antes no me importaba absolutamente nada el ser así; de hecho era muy disfrutable. O era horrible y me mentía pensando que era disfrutable. O siempre fue solo horrible. Mentí, destrocé, y también salí pateado, y solo obtuve daños en mi personalidad. Ahora mi vida está cambiando, y está siendo doloroso. ¿En qué momento me desvié tanto? ¿Puedo lograr salir de esto?
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