de mentores, hombres y mujeres más experimentados que yo en varias áreas de vida que me puedan guiar intencionalmente a mi vida..
Este es un principio de vida que recién empiezo a vivir, así que no podría dar una cátedra al respecto -así que me limito a contar mi experiencia.
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El lunes anterior invité a desayunar a C y a M, mis pastores /los directores de EDN, el ministerio donde soy voluntario. Admiro su vida como pareja, pues siempre ella lo ha apoyado y seguido en las decisiones que él ha tomado por el ministerio. Admiro también las agallas y la astucia de C, pues ha tenido que sacar administrar importantes y severas crisis personales y ministeriales.
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Yo quisiera que mi matrimonio fuera como el de C y M. Cuando necesite el valor suficiente para enfrentar crisis, quisiera hacerlo a la manera de C. Así que por eso los invité a desayunar, para hacerles mis preguntas acerca de como ellos iniciaron su noviazgo, de cuáles son las mejores expectativas que uno puedca de de una esposa, y para pedirles consejo acerca de las crisis que estoy enfrentando al frente del ministerio.
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Pero más que cumplir con esa cita, esta fue una invitación y una decisión que me sentí bienvenido a tomar, por el afecto profundo que ellos me han manifestado, y por si interés genuino en saber quién será la mujer que me acompañará en mi vida.
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El consejo recibido fue muy valioso, del tipo de conocimiento que puede ahorrarle a uno muchas desventuras, y llevarme lejos.
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Sus historias de hace 2 y 3 décadas. cuando tuvieron que tomar decisiones que los afectarían el resto de sus vidas, las formas en que se han aferrado a su llamado en las circunstancias adversas, me animaron mucho. Sus criterios acerca de como escoger una novia van mucho más allá de los consejos gastados o tradicionales, hasta hacerme reflexionar acerca de como puedo alterar el curso de mi generación e impactar el Reino con una decisión de este tipo.
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Y sus ofertas de oración son de esas promeas a las que puedo aferrarme, pues sé que en verdad lo estarán haciendo. Pero he pensado que lo que logrado este principio en mi vida, ha sido la disposición, o más bien, el cambio que Dios ha operado en mí, para aceptar la autoridad masculina y paterna de otros hombres. Sin ese cambio, no creo que hubiera podido admitir el consejo e instrucciones de otro hombre.
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