miércoles, 25 de mayo de 2011

Una relación sentimental con la lujuria y la arrogancia

No amen o ni aprecien al mundo o las cosas que hay en él. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él.

Porque todo lo que está en el mundo --la lujuria de la carne (las ansias de gratificación sensual) y la lujuria de los ojos (los deseos codiciosos de la mente) y la arrogancia de la vida (la seguridad en los recursos propios o en la estabilidad de las cosas terrenales)--no provienen del Padre sino del mismo mundo.

El mundo muere y desaparece, y con él los deseos prohibidos (las pasiones, la lujuria) de éste; pero el que hace la voluntad de Dios y ejecuta Sus propósitos en su vida habita y permanece para siempre.

1 JUAN 2:15-17 AMP

Ansiedad. Ganas de ver.

He leído ya este pasaje por varios días. Mi vista está fija en cómo la lujuria de la carne se describe como ansias de gratificación sensual. Justo esta semana he batallado contra esa ansiedad, esa desesperación por... por no sé qué. Quizás es esa gratificación, la saciedad que mis ojos piden de ver; no son ganas de ver algo sexual en sí, algo pornográficamente explícito, sino sólo de ver algo nuevo, siempre nuevo... una nueva ilustración, un nuevo portafolio, otra serie de vídeos... parece que mis ojos y mi mente no se cansaran de sobresaturarse de imágenes de todo tipo: anuncios de comida, retratos, tipografía...

Estoy aprendiendo que en sí ese deseo no es pecaminoso, pero mi reacción puede serlo; ceder a cada una de esas 'ganas' de ver es una heridita más a mi auto-disciplina, a las estructuras que Dios está haciendo en mí para dominar la carne. Es un peligro ceder, por que mi mente tiene el mal hábito de sexualizar, relacionar esta ansiedad con imágenes pornográficas... veo un anuncio de lo más limpio, y mi mente ansiosa es capaz de torcerlo.

Pienso tanto en el verso 16, que pone en la misma categoría a la lujuria, al deseo por posesiones, y a la auto-confianza en mis propias fuerzas. ¿Cómo puedo estar consciente de que lucho contra estas tres cosas yo mismo, sin notar las conexiones entre mi auto-confianza y la tentación sexual? ¿Cómo no aterrarse porque el verso 15 dice que amamos todas esas cosas, que tengo una relación sentimental con mi lujuria, con la arrogancia y la codicia?

Arrepentimento. Arrogancia de la vida. Quizás este pasaje también suena una alarma y me hace visualizarme cuando soy orgulloso y me quedo aislado, pensando que puedo salir de esa ansiedad sexual por mis propias fuerzas, por todo lo que yo soy y he conseguido en estos años... sin darme cuenta de que así lastimo el arrepentimiento genuino que debo buscar cada día. Cada vez que rehúso pedir ayuda, doy pasos de retroceso en la profundidad del arrepentimiento del pecado sexual. Le echo una cucharada más del veneno de la arrogancia a la comida agradable que es el arrepentimiento genuino.

Lastimo mi disciplina y mi convicción. Le corto un pedacito más a mi arrepentimiento. Cada vez que cedo a la ansiedad sexual, es como si ensuciara metales preciosos con un poquito más de mugre, como si le quitara hojas a estas plantas que tanto ha costado que crezcan en mi corazón, como si hiciera pequeños hematomas a los dones que el Espíritu Santo me ha dado para seguir buscando la santidad.

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