Desde hace un tiempo me ha intrigado por qué el cerebro desarrolla fantasías sexuales y preferencias tan distintas entre cada individuo. ¿Por qué algunos adictos sexuales son atraídos por imágenes de tortura, porque algunos desarrollan fetichismos, y otros son excitados por rasgos físicos tan específicos como el color de piel?
Según algunos investigadores, la respuesta está en la primera experiencia sexual, el primer acelerón de dopamina que acompaña a un orgasmo en un niño o adolescente, que queda para siempre grabado en el cerebro como una alerta que el cerebro lee para prepararse para la reproducción sexual.
Así por ejemplo, experiencias dolorosas sexuales (como algún placer experimentado durante una circuncisión, o un doloroso abuso sexual), liga permanentemente los gustos de ese hombre con el sadomasoquismo; quienes experimentaron un primer orgasmo al ver una imagen pornográfica con características de raza afroamericanas, se sentirán siempre atraídos hacia el mismo tipo de persona. Tal asociación continúa durante todo el consumo de pornografía de un hombre, reforzando cada vez más esos enlaces químicos de dopamina que marcan las preferencias sexuales de cada quien.
Este principio se llama “neuronas que se disparan unidas, se cablean unidas”. Esto es, si dos eventos suceden al mismo tiempo, nuestro cerebro las asocia creando conexiones reales entre neuronas. Mientras más intensos sean los eventos asociados, o mientras más se repiten, más fuerte será el cableado cerebral. Los grupos de neuronas dedicados a un determinado comportamiento o función son llamados “mapas cerebrales”.
Un orgasmo es un reforzador poderoso que puede dar forma a nuestros mapas cerebrales, con implicaciones de la dirección de nuestra atención futura, sin intervención de nuestra consciencia. Esto sugiere que necesitamos pensar más de una vez antes de involucrarnos en un determinado tipo de excitación sexual. Cuando la compulsión de orgasmos se acompaña de la superpornografía de hoy en día, los acelerones de dopamina en el cerebro tienen el efecto de crear obsesiones con fetiches, objetos o situaciones cuya simple vista o presencia pueden excitar a un individuo.
Este principio se basa en el hecho de que el cerebro es flexible, constantemente cableado y re-cableado por nuestras experiencias, pues no es un órgano estático, duro e inmutable desde el nacimiento a la vejez.
La abstinencia de todo tipo de actividad sexual puede ser la técnica que deshaga los mapas cerebrales formados por la pornografía, o que al menos los saque a luz. Puede ser que la abstinencia por sí misma no elimine los gustos sexuales bizarros o las fantasías extrañas, pero al menos permita empezar otro proceso para sanar el cerebro.
El psiquiatra Jeffrey Schwartz ha desarrollado la técnica de ayudar a sus pacientes a asociar intencionalmente los disparadores de ciertas conductas, con nuevas opciones, actividades constructivas previamente escogidas. Gradualmente, “las neuronas que se disparan por separado, se re-cablean por separado”. Esto es, las conexiones entre células cerebrales se debilitan y mueren al extinguirse la actividad que las mantenía.
Hasta ahora no se ha comprobado que un adicto sexual puede eliminar por completo las conexiones cerebrales con esta técnica, pero ya existen muchos testimonios de hombres y mujeres que han logrado cambiar y sanar su mente usando esta técnica.
Mi consejo personal, es intentar asociar los disparadores de la tentación, con versos bíblicos o con actividades constructivas. Cuando compré uno de los libros del Dr. Schwartz hace unos años, empecé a aplicar uno de los procesos que él describe, refocusing (reenfoque).
En una entrada anterior escribí como la palabra rush había creado las asociaciones mentales que traían a mi mente una pornografía específica, y el recuerdo de las páginas web donde la podría encontrar. La búsqueda en una concordancia de los versos que hablaban acerca de la paz que Cristo me da – opuesta a rush, y tenerlos siempre a mano, me ayudó a romper esa conexión, que nunca regresó.
Cada uno podemos desarrollar nuestras propias alternativas constructivas cuando la tentación llega, las mías incluyen hacer ejercicio y tener a la mano libros de ficción, de temas no relacionados con mi trabajo en adicción sexual. Ya he comprobado que unos cuantos kilómetros de carrera, o cocinar algo para mi familia, reenfocan mi energía en construirme a mí mismo o en servir a los demás.
Algunas preguntas para que este artículo provoque reflexión:
- ¿Qué recuerdos sexuales ha traído a tu vida un período de abstinencia?
- ¿Cómo tus experiencias de adolescente con la sexualidad formaron tus mapas cerebrales?
- ¿Qué estímulos como palabras, color de piel, nombres, ropa o canciones se asocian con tus preferencias de actividad sexual?
- ¿Con qué actividades constructivas puedes re-asociar tu energía sexual, para re-cablear tus neuronas?
- ¿Alguna vez has comentado esto con un compañero de responsabilidad?
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