jueves, 29 de septiembre de 2011

Nuestro intento de conectarnos con Dios a través del sexo

Una duda que he guardado, es cómo se compara el placer del pecado sexual con el placer de la presencia de Dios. Yo mismo nunca logro comprarme de que sean similares - la comparación se siente sucia y extraña, y no tiene sentido. Por eso, evito dar un consejo como "puedes satisfacer todas tus necesidades en Dios, incluyendo las necesidades sexuales."

Sin embargo, preparando una prédica encontré en un libro de Craig Nakken una descripción de cómo el trance que provoca el pecado sexual, intenta sustituir a la presencia de Dios.

Es útil comprender que ese estado de intoxicación -el estado de ánimo que viene con el ritual adictivo- es similar a un estado de trance, un estado de flotar, fantasear y separarse del mundo; se puede vivir en dos mundos a la vez, flotando entre el mundo de la adicción y el mundo real sin que otros se den cuenta. Especialmente cuando se trata de un orgasmo, el trance le permite a uno separarse del dolor, la culpa y la vergüenza que sufre, de manera que la posibilidad de repetirlo se vuelve muy atractiva.

Creo que este trance no tiene que ser solamente la culminación de una relación sexual, sino toda la fantasía y planificación previa, todo el ritual que nos permite enfocar nuestra mente en algo deseable. Uno se vuelve cada vez más diestro en vivir en trance, y en usarlo para ocultar recuerdos y evitar las responsabilidades del mundo real; se adquiere un sentido de poder y de control, pero también se convierte uno en dependiente del trance y el escape que éste permite, lo cual es parte de la progresión en el proceso adictivo.

Yo recuerdo que la época en la que empecé a ver pornografía homosexual fue cuando tuve mi primer ascenso laboral. Creo que no estaba preparado para todas las responsabilidades de liderar a un equipo, y tenía que solucionar problemas que durante años otros habían acumulado. La primera vez que lo hice fue en mi oficina (mi primera conexión libre a Internet) ya avanzada la noche. Pienso que al menos eso me permitió "distraerme" del trabajo.

Conforme pasó el tiempo, intenté buscar en la pornografía repeticiones o similitudes con la experiencia de abuso que había vivido, quizás intentando darle ese significado o congruencia a todo el dolor que había experimentado. Sé que usaba la masturbación a cualquier hora, pero era especialmente útil antes o después de una reunión de trabajo confrontativa, o cuando se acercaban las fechas de entrega de algunos proyectos.

Creía haber encontrado una diversión, pero la relación con la adicción es un constante tomar y tomar, nunca dar. Yo tomaba lo que quería de ella, y ella me quitaba mucho más. El abuso sexual nunca pudo explicarse bien usando pornografía, ni la presión se fue, ni vineron a mí nuevas habilidades laborales. Todo siguió igual - e irónicamente, empecé a tomar dominio de las circunstancias hasta mucho tiempo después, cuando ya vivía en sobriedad.

Todos los seres humanos estamos configurados para buscar el placer, y evitar en lo posible el dolor, y eso es totalmente normal. Este cableado permite a un niño desde pequeño buscar el placer de alimentarse y evitar el dolor de jugar con fuego. Es sobrevivencia básica.

Conforme maduramos, buscamos extender esa configuración a buscar motivación y placer en la trascendencia, el contacto humano, y una vida espiritual. Es el deseo de todo hombre reconectarse con lo divino, un deseo que el predicador llamaba "eternidad en el corazón":
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Eclesiastés 3:11 RV
La adicción sexual produce una experiencia en el individuo que se asemejan mucho a una experiencia espiritual, pero son sólo una ilusión. En las conductas sexuales compulsivas intentamos encontrar de nuevo trascendencia y significado para nuestras vidas, sentir que somos importantes para alguien, para algo, que tenemos lo que se necesita, que somos funcionales.

Pero después de experimentar todo el rito de fantasear y evadirse, cuando se acaba la experiencia pseudo-espiritual, nos quedamos de nuevo con el dolor y la ansiedad de la cual intentábamos escapar, junto con el vacío que se crea cuando el alma se da cuenta de que no hubo conexión real con Dios, ni con una persona real.


La adicción sexual es una enfermedad espiritual, cuyos síntomas son la desconexión y el auto-engaño. Es una triste búsqueda inútil de conexión espiritual a través de objetos y conductas que sólo son soluciones temporales. Al repetir estos intentos vanos por conectarse con lo divino producen desesperanza, miedo y luto que separan cada vez más a un hombre de sí mismo, del Espíritu Santo, y de los demás.
Ustedes son mis testigos, ¿hay algún otro Dios? ¡No! No hay otra Roca, ni una sola. ¡Qué necios son los que fabrican ídolos! Esos objetos tan apreciados, en realidad no valen nada. Los que adoran ídolos no saben esto, así que todos terminan avergonzados. ¿Quién, sino un tonto, se haría su propio dios, un ídolo que no puede ayudarlo en nada? Isaías 44:8-10 NTV
Lo más triste de un orgasmo en pecado es lo poco que dura el trance, lo vacío que se siente, y la espera hasta que uno pueda repetirlo. Como dice el verso anterior, uno se fabrica su ciclo, su colección de pornografía, sus relaciones vanas... pero ninguna fabricación nuestra puede darnos lo que sólo se encuentra en Dios. Nadie nos alimenta el "sentido de eternidad en el corazón" cómo sólo Él lo puede hacer:
»¡Vengan a las aguas todos los que tengan sed! ¡Vengan a comprar y a comer los que no tengan dinero! Vengan, compren vino y leche sin pago alguno. ¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no satisface? Escúchenme bien, y comerán lo que es bueno, y se deleitarán con manjares deliciosos. Presten atención y vengan a mí, escúchenme y vivirán. Haré con ustedes un pacto eterno, conforme a mi constante amor por David. Isaías 55:1-3 NVI

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