El fin de semana del 4 a 6 de julio de este año asistí a un retiro y viví una experiencia que estuve esperando por varios años: una ceremonia de inducción o pasaje hacia la edad adulta. Durante bastante tiempo estuve viviendo en una estado de negación, algo como una infancia prolongada para evitar cumplir conmigo mismo y con Dios.
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Aún cuando tenía cierto temor frente a exta experiencia desconocida, sabía que sería espontáneo, cuando Dios lo dispusiera.
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Así, cuando no lo esperaba, el día 5 (sábado), justo cuando sentía la mayor necesidad de escuchar palabras de afirmación y validación de mi hombría y preguntaba a Dios si tenía lo que era necesario para mi nueva vida, un hombre mayor al que aprecio muchísimo me tomó por los hombros y en medio de la oración y ministración grupal, me pidió perdón en nombre de mi papá biológico (ya fallecido hace varios años), y en palabras que no describo porque al menos por ahora son solo mías, me bendijo como hombre, liberó mi potencial como solo un padre lo puede hacer con la guianza del Espíritu Santo, y me dio la bienvenida en su familia como hijo.
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A partir de entonces mi sentido de pertenencia se ha ido solidificando, pierdo el temor a ser juzgado y cada día me he sentido más hijo, sabiendo que es una noción con respecto a mi padre celestial, pero también con respecto a las experiencias de restauración que Dios me ofrece ahora en hombres que están dispuestos a proveer la validación que hizo falta en mi propio padre.
2 comentarios:
Wow que barbaridad que chido ver como Dios te llevo en este proceso.. leo rapido pero me impacta ver tu blog que mas es un diario
Carlos, este año mi iglesia va a organizar otro de estos retiros para hombres. Sé que estás relativamente cercano, y sería genial que pudieras asistir para compartir la experiencia. Que pensás?
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