lunes, 19 de enero de 2009

una posición dinámica frente a este asunto de "superiores a mí mismo"

He aprendido muchas lecciones en mi lucha contra el orgullo. Recién este fin de semana descubrí que muchas veces intentaba mostrarme superior a otros, porque precisamente yo les atribuía características de superioridad sobre mí. Al verlos mejores que yo, les he concedido autoridad sobre mi vida, y seguramente he engendrado envidia y al temor. Ambas han llamado al orgullo, y a la necesidad de recordarles a otros "No eres superior a mí, puedo demostrártelo con mi actitud". En esa aflicción que ahora el Espíritu Santo ha implantado en mi interior cuando me rebelo, he pedido perdón por este error.

Les pido que no se crean mejores de lo que realmente son. Más bien, véanse ustedes mismos según la capacidad que Dios les ha dado como seguidores de Cristo. El cuerpo humano está compuesto de muchas partes, pero no todas ellas tienen la misma función.

Romanos 12:3-4 NVI

No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.

Filipenses 2:3-4 NVI

Sé que no debo considerarme mejor que otros. Pero tampoco puedo atribuirles superioridad que está fundada en el temor. Sé que hay quienes tienen autoridad y talento legítimos, y ante ellos puedo reaccionar con amistad, humildad y rectitud. Sé que hay quienes no tienen los talentos que yo tengo; con ellos puedo reaccionar discipulándolos. Sé que mi mente no debe buscar una posición social, sino más bien moverme en flexiblidad en la línea continua de respeto, afecto y consideración por los que me rodean. Considerar a otros "superiores a mí mismo" significa pensar en múltiples direcciones, y saber reaccionar apropiadamente según el Espíritu me indique en cada ocasión.

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