Otra vez olvidé que cuando estoy fuera de mi país, experimento una sensación peligrosa: Es la emoción de saber que nadie va a reconocerme. Y eso significa que podría hacer muchas cosas, sin tener que entregar cuentas a nadie. No entro en detalle acerca de las ideas que se me han ocurrido. Es una sensación paralizante, literalmente. La última vez que esto me sucedió, me quedé unos tres minutos parado en un pasillo de un centro comercial, sintiendo la ola de emoción y tratando de pensar con claridad acerca de las decisiones que debía tomar. Al final, terminé corriendo con mis amigos y mi pastor, que estaban cerca.
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Ayer me llamaron la atención por haber salido a un centro comercial, sin avisar. Lo reconozco, fue mi error. Gracias a Dios, hay muchos factores que me han mantenido en pureza. Uno es que todos los días llevo una camiseta con una frase alusiva a mi testimonio y el logo del ministerio. Otro es que ando acompañado todo el tiempo. Ahora me pregunto si llegará el día en el que no haya un espacio en el cual pueda moverme sin ser reconocido.
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