"Porque ya estoy cansado de tus oraciones. Tenés instrucciones y no las querés cumplir; no has querido deshacerte del rencor. No hay nada más para vos de mi parte mientras no obedezcás".
Pero yo seguí la discusión: "Pero es que yo estoy ofendido, yo soy el que necesito restitución, y no, no quiero, no pienso perdonar". Y entonces no debí hablar, porque sentí de Dios otra respuesta:
"Esto no se trata de vos, de lo que sentís o pensás. Ahora no es importante lo que opinés, tenés que obedecerme inmediatamente".
Insisto, esto no pudo venir de mi mente. Y aunque no lo hice inmediatamente, fui a buscar a la persona y le pedí perdón por lo sucedido en Miami. Corto, sin excusas, expresando mi afecto y esperando sinceramente ser perdonado. Ella pudo expresarse y dijo sus razones, pero yo me atuve a mi solicitud de perdón sin excusas. Y así queda saldado el mayor conflicto que tuve cuando estuve de viaje.
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Al regresar a mi oficina, Dios me tenía otra respuesta: "Y ahora aquí en tu mente hay un listado de todas las personas a quienes les vas a pedir perdón". Ugh. Reconozco que en el pasado hice daño, me mordieron y patearon, pero yo cobré suficiente venganza... y ahora en los próximos meses voy a estar pidiendo perdón. Él ha sido demasiado severo conmigo... pensé en cambiarme de religión pero no creo que hubiera funcionado :P
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Mi pastor me ha hecho pensar en este pasaje desde que hablamos, que en estos momentos viene a ser a mi alma el equivalente a una patada de caballo:
No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor.
Romanos 12:17-19 NVI
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