Hoy en la mañana mi amigo hablé con mi compañero de responsabilidad.
Durante dos semanas he estado luchando para vencer la tentación de masturbarme. Pero ha sido una de esas ocasiones en que más que solo "las ganas" uno está fijado, obsesionado con una idea sexual, una tentación específica.
Una idea.
No confesada a tiempo, bloqueó mi tiempo devocional, y la vergüenza que trajo consigo, me aisló de mis amigos. Seguí entregando cuentas, siendo honesto acerca de mis tentaciones... exceptuando 'esa' tentación.
Hasta hoy.
Al sacar esta confesión a luz, fluyó con ella el dolor por extrañar la figura de mi papá, el hecho de que mi novia esté de viaje durante tanto tiempo, y que en realidad estoy enmedio de una de mis principales luchas, el saber que soy único e irrepetible, hijo de un Padre verdadero.
Y todo ésto, oculto bajo presión, sin fluir por que un secreto estaba taponando mis emociones, y sexualizando, erotizando una necesidad legítima, poniendo en peligro la cosecha, el fruto que mi vida está dando, como líder, como amigo, como novio y como hijo.
Zorras pequeñas echan a perder cosechas enteras.
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