Sé que la prueba con respecto a mi decisión de seguir caminando en libertad (acerca de la cual escribí hace unos días) es un problema tan vigente hoy como lo fue en la época en que el apóstol Pedro escribió su primera carta. Sé que este hombre, conociendo los aspectos más oscuros de su carácter, y habiendo sido transformado en Dios, podía escribir las siguientes frases tan impresionantes de exhortación y ánimo para quien estaba considerando mantener su pureza o rendirse:
Por eso, dispónganse para actuar con inteligencia; tengan dominio propio; pongan su esperanza completamente en la gracia que se les dará cuando se revele Jesucristo.Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo.» Ya que invocan como Padre al que juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor reverente mientras sean peregrinos en este mundo. Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. Cristo, a quien Dios escogió antes de la creación del mundo, se ha manifestado en estos últimos tiempos en beneficio de ustedes. Por medio de él ustedes creen en Dios, que lo resucitó y glorificó, de modo que su fe y su esperanza están puestas en Dios.1a Pedro 1:13-21 NVI
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