Durante esta semana me encontré luchando en varios frentes. Una amiga me recordó que el ataque en múltiples flancos es una de las tácticas preferidas del enemigo; la victoria consiste en enfocarme en una batalla a la vez, según el Espíritu me guíe.
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Aparto entonces todas las cosas que ahora no puedo enfrentar o cambiar, y me enfoco en algo que sí puedo: Trabajar en mi rol como hombre activo. Quienes han conocido el estilo de vida gay saben que los términos activo y pasivo tienen una fuerte connotación temperamental para un hombre.
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Aunque yo no me involucré explícitamente en una conducta sexual, si me acostumbré a ser un hombre pasivo, digamos que casi en un rol femenino. Esperaba que me resolvieran los problemas, enfrentaba las confrontaciones y el riesgo, confiaba en que otros tomaran decisiones por mí, y procastinaba constantemente (dejaba cosas sin resolver y decisiones sin tomar, siempre para otro día).
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Ahora, aunque es difícil para mí, tomo mis decisiones y enfrento a la gente. Son grandes retos de masculinidad durante esta semana -y en mi vida en general- hacer llamadas para dar seguimiento a proyectos, y poner algo de presión en su ejecución; dar instrucciones directas, hacer llamados de atención, y decidir por compras que involucren grandes sumas de dinero. Son retos también entregar cuentas por mis riesgos y errores, e incluso al sentarme en el asiento del conductor en mi carro.
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Hoy mismo y durante los últimos días me ha tocado tomar decisones casi cada 15 minutos -lo cual marca un nuevo nivel de necesidad de validación y de esfuerzo de mi parte, de consciencia del reto, de avances, y de solicitudes de ayuda de mis amigos, para poder lograrlo.
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