jueves, 21 de mayo de 2009

'Oficialmente' ya soy un corredor.

Ejem. Hora de lucirse un rato.
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Dicen que la diferencia entre ser un tipo que corre para hacer ejercicio, y un corredor, se marca cuando uno compra sus primeros zapatos deportivos específicos para correr. Yo compré unos Asics Gel Phoenix, con Duomax (un soporte para mis pies que se desvían ligeramente hacia afuera al correr), y con media pulgada de espacio extra, pues los pies de cualquier corredor se hinchan al correr grandes distancias. Hoy mismo salí a correr con ellos 12 kilómetros, pues tenían que conocer ya el asfalto. No sé si es sugestión mía, pero esos zapatos son lo máximo, han de estar vivos y corren solos. Absorben el impacto del suelo, están acojinados por todos lados, y al terminar mi rutina de hoy, podría haber seguido un par de kilómetros más. Ayer compré una barra de Body Glide también, una pasta anti-fricción para evitar los horribles roces que hace la ropa en el cuerpo al correr distancias largas.
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Mis rutinas corriendo han sido durante estos días en campos de golf, parques de condominios de lujo, a la par de lagunas, en senderos diseñados por paisajistas. Un lujo de ejercicio.
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Estos momentos parecerían más triviales si no fuera porque (1) compré unos zapatos geniales, solo quería insistir- jajajaja!, (2) he vencido el temor a vivir una vida atlética, (3) Dios provee el cumplimiento de los deseos que uno tiene, y es un excelente padre para hacerlo -si no, ¿cómo podría haberse cumplido mi deseo de correr en senderos de lujo, en una ciudad extranjera?

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