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Me propuese no ser derrotado el fin de semana. Salí a correr bastante, distancia un día y tiempo el otro. Salí con varios amigos (le conté a algunos acerca de lo que estaba pasando); me puse de acuerdo con un amigo para reportarme por mensajito telefónico cada hora (literalmente) para que supiera como estaba -de lo contrario no hubiera sobrevivido. También tener una buena conversación con él para aclarar lo que yo estaba viviendo/pensando fue utilísimo; es la sensación parecida a ser guiado por el hermano mayor que biológicamente no tengo.
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Pero el consejo que más me sirvió vino en uno de estos mensajitos telefónicos: mantenerme en contacto constante con el Espíritu Santo, mientras terminaba con un par de pendientes en un centro comercial. Wow. El Espíritu Santo estaría acompañándome y viendo en dónde pondría yo los ojos.
No agravien al Espíritu Santo de Dios, no lo hieran ni entristezcan, por Quien fueron sellados, marcados, identificados como propios de Dios y asegurados para el día de la redención y liberación final de la maldad y las consecuencias del pecado mediante Cristo.
Efesios 4:30 AMP
Este fue el versículo que vino a mi mente cuando leí el mensajito. Tener en mi mente de manera constante que no haría nada en el fin de semana que agraviara, hiriera o entristeciera a Su Espíritu, trajo una perspectiva distinta a la victoria sobre la tentación.
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Me preparó para respetarlo, para sentir su presencia real cerca de mí en las tiendas, en los pasillo; pensar en este verso me permitió tener la confianza de decirle la forma en la que me sentía tentado. No, nunca sería mi deseo contristarlo ni herirlo. Saber que tengo su marca y su identidad, le recuerda a mi carne que no puedo pecar con un cuerpo marcado para la liberación y redención. Recordar que habrá un momento en el que llegaré a una meta final me hace vivir con propósito, cuidar mis manos, cuidar mis ojos y calmar mi alma.
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