Hace dos años (enero 2007) estaba en estas mismas fechas, pasando por mi primer ayuno de 21 días. Hoy me ha parecido valioso recordar los cambios que los períodos de ayuno han traído a mi vida.
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Para entonces llevaba unos meses asistiendo a la iglesia en la que ahora me congrego, y no tenía un objetivo concreto, ni una petición específica, pero algo en mi interior pedía inconscientemente un escape del pecado sexual. Me propuse pasar los 21 días de ayuno sin autosatisfacerme, y solo a los pocos días empecé a sentir una incómoda diferencia en mi estado de ánimo. Aún así solo era un propósito random, algo que hacía más porque ya estaba asustado (pero no harto) y me parecía incongruente estar en un ayuno mortificando mi hambre si no dejaba algo que en verdad me gustaba.
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Estaba molesto, todavía interesado en retomar el hábito al terminar el ayuno. Curioso acerca de como Dios 'tomaría' mi decisión. En verdad 'aguantar' las ganas me producía una especie de sed, un desasosiego que no podía expresar. Para entonces yo no lo sabía, pero unos días de pureza forzada y con una motivación equivocada, sembraron en mí el deseo de ser libre de la homosexualidad.
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Mientras estaba en ayuno, encontré identificación con nuevos amigos en la iglesia, gente con la que compartía el hábito de comer solo verdura y fruta, y que también estaban buscando su propia cercanía con Dios. Pude hacer nuevos amigos, sentir comunión en la iglesia con aquellos que buscaban con sencillez un cambio en su vida. Al estar llenas mis necesidades relacionales, ya no buscaba la compañía de aquellos con quienes tenía en común la atracción homosexual. Simplemente ahora me parecían algo sin lo cual podía vivir. Fueron los días en los que empecé a apartarme en definitiva del amigo con el cual había empezado una relación corrupta. Su compañía ya no se sentía igual, y creo que él también ya no estaba a gusto con el nuevo yo que vivía en ayuno.
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Al tener mi mente llena con las palabras de las enseñanzas en mi iglesia, las imágenes sexuales tenían que conformarse a ocupar un espacio relegado. Al negar a mi carne los dos placeres que habían sostenido mi vida hasta entonces, el sexo y la comida, sé que mi carne aprendió a callar sus gritos de exigencia, y mi espíritu se hizo fuerte para hallar comunión con Dios. Pude escuchar Su voz fuerte y claramente sobre las voces de mi carne, y sobre las demandas del estilo de vida pecaminoso que llevaba. Mi primer ayuno de 21 días fue una prueba firme de que existía una alternativa y una esperanza al estilo de vida homosexual, y que la comunión en Cristo y en la iglesia sería mejor que cualquier cosa conocida hasta entonces.
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Lamentablemente, a los pocos días de terminar este tiempo, regresé a autosatisfacerme. Los meses siguientes fueron dolorosos para 'romper' con la relación de co-dependencia homosexual que tenía (aún no sé como definirlo, pero tenía entonces todas las características de un noviazgo), tanto que hasta hace unos pocos meses logré terminar permanentemente con él.
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En este tiempo escuché a uno de nuestros pastores explicar como las decisiones que tomáramos dentro de un período de ayuno modificarían el curso de nuestra vida para siempre. En mi caso, esta semilla germinó bien, y seis meses después el Espíritu Santo limpió mi camino, me dio un mentor que me ayudara a renunciar a la homosexualidad a través del curso Libertad Pura, organizó la fundación del ministerio 300 SDC, y empecé este blog con una entrada acerca de mi primer enfrentamiento contra el abuso sexual.
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Recordar esto me ha conmovido, y me hace pensar en los cambios que me esperan después del tercer ayuno -el que ahora estoy haciendo.
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