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Con ayuda, he logrado hacer un listado de (1) las heridas en mi personalidad que quedan de mi adolescencia, (2) las puertas que yo mismo abrí en esa época a través de mis pecados y faltas, y (3), los miedos que hoy enfrento al respecto. Podría desarrollar estos temas durante varios meses.
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Por ahora, me enfoco en los recuerdos de colegio, cuando de alguna manera, mis compañeros decidieron que yo era el menos guapo y el menos interesante como hombre en el salón. Fue a través de un 'concurso', y yo quedé en último lugar. Ese incidente había quedado oculto en mi mente, pero ahora comprendo que fue determinante en mi vida. En momentos así se aseguró la mentira de que yo no podría ser un hombre verdadero, que nunca sería atractivo a una mujer... y que era homosexual.
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Me he expuesto a la sanidad de Dios, y en oración, he usado las armas y herramientas de las que dispongo para ser libre de esto. Ahora noto que estoy mucho más dispuesto a reconocerme atractivo, y a creerle a la gente cuando me lo menciona. El proceso continúa, pero estas realidades me han ayudado a sanar:
- Me permito enojarme por eso, pues en su momento no lo hice. No tenían el derecho de clasificarme así, y mi reacción adecuada debió ser de repudio. No de calma y perdón, sino enojo válido contra un ataque y un abuso de esa clase.
- Yo no necesitaba burlas en ese tiempo, sino que necesitaba muchos cuidados. No lo digo para buscar compasión, sino porque fue un año difícil: Me escapé de casa, y murió mi papá luego de una larguísima adicción. Reconocer mis necesidades trae validez a mis sentimientos.
- Le quito el poder a esa gente. Entonces les concedí que me hicieran de menos, pensando que eran superiores a mí. Hoy que veo en retrospectiva, reconozco que pude haber hecho sentir mi valía, y que no tienen la autoridad moral, relacional o espiritual para asignarme una identidad.
- Identifico que para entonces, teniendo esa edad, si era un muchacho interesante. Había vivido excelentes experiencias de vida y mis ideas y conversación valían la pena; sin embargo, no tuve la validación en casa para saberlo. Pero esa es otra historia.
- Trabajo ahora en afirmar a través de la Palabra de Dios, mi nueva identidad. Reconozco los rasgos de personalidad que me gustan, lo mucho que he cambiado, y lo atractivo que soy -todo concedido por el Espíritu Santo.
- Hablo expresamente para mí mismo, las palabras y bendiciones opuestas a lo que recibí por esa herida. Procuro que sea un hábito frecuente, para que mi alma lo internalice pronto.
- Me esfuerzo cada día por mi apariencia personal y por hacer ejercicio, pero me esfuerzo más por construir mi interior, y por lograr paz interna. Sé que los rasgos de carácter que Dios valora tienen prioridad sobre cualquier apariencia o criterio externo corporal.
Lee una segunda parte a esta entrada, en este enlace.Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos. Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios.
1 Pedro 3:3-4 NVI
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