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Hoy mientras oraba buscando respuestas en Dios para aceptar el entrenamiento de Dios en el que me encuentro, recordé una entrada que hice en este blog hace un tiempo acerca de Gilgal, el lugar de paternidad en el que muchos hombres de la Biblia encontraron disciplina antes de emprender su ministerio o su victoria. Revisé el libro del cual lo tomé, y reescribo los pasajes que más me han hablado al respecto:
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En el pasado, he interpretado la relación de paternidad espiritual como la de un amigo. Sin embargo, un amigo me puede amar tanto que me soportará tal cual soy. En cambio, un padre espiritual me amará tanto que no me dejará así, sino que me corregirá.
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Yo prefiero ser tratado como hijo, y no como amigo del pastor. Si visualizo a un hombre -a una autoridad masculina- solo como amigo, difícilmente aceptaré la corrección que venga de él, o lo desestimaré. Si desarrollo resistencia y rencor, probablemente intente "huir de casa", irme sin la bendición paternal.
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Acepto que en el proceso de la disciplina de Dios, hay personas que nunca podrán ser hijos; pueden ser miembros de la congregación, pero nunca, parte de la familia. Yo no quiero ser parte de una generación no acepta regaños ni corrección; quiero estar hecho de roca y no de papel.
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Un padre, una figura pastoral me corrige porque puede visualizar el destino y el propósito de Dios para mi vida. Tiempo después, sé que entenderé que la reprensión intenta transformar algo que yo no veía. Quizás, a otros les perdonan lo que a mí me corrigen, porque hay un destino al que Dios quiere llevarme. A otros no los llamó a donde me llamó a mí.
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El mismo Salomón admitió en sus escritos, que la dirección y amonestación de su padre David fue de vital importancia en la formación de su carácter, y lo que trajo como resultado fue gloria, esplendor y excelencia a su reino. Yo también deseo un carácter sólido, gloria para Dios, esplendor y excelencia en lo que hago.
En la lucha que ustedes libran contra el pecado, todavía no han tenido que resistir hasta derramar su sangre. Y ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se les dirige:
«Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.»
Lo que soportan es para su disciplina, pues Dios los está tratando como a hijos. ¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina? Si a ustedes se les deja sin la disciplina que todos reciben, entonces son bastardos y no hijos legítimos. Después de todo, aunque nuestros padres humanos nos disciplinaban, los respetábamos. ¿No hemos de someternos, con mayor razón, al Padre de los espíritus, para que vivamos?
Hebreos 12:4-9 NVI
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